FUENTES II: NO CRISTIANAS

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  • jueves, 12 de agosto de 2010
  • Hernán Yamanaka
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  •  En este post ahondaré en las fuentes para conocer el origen del cristianismo. Omitiré el orden que utilicé en el post anterior para dedicarle más espacio futuro a las fuentes cristianas; así, esta vez tendremos las fuentes de origen pagano, llamándolas "fuentes no cristianas" (FNC). En general, las FNC se limitan a muy breves menciones que presentan más al movimiento de Jesús (1) que a Jesús mismo. Y este movimiento es visto como secta del judaísmo, aunque en clave de grupo peligroso y de costumbres protervas.

    Pero estos datos de historiadores paganos nos sirven para dejar sentadas varias cosas:

    - la existencia histórica de Jesús de Nazaret, su fama de taumaturgo y predicador itinerante.

    - el ajusticiamiento de Jesús bajo el procurador Poncio Pilato, en el reinado de Tiberio.

    - la muerte (martirio) de Santiago, primo de Jesús, en Jerusalén.

    - la existencia en Roma de una comunidad de seguidores de Jesús.

    - la persecución a estos seguidores de Jesús empezando en Roma

    - la existencia de un culto primordial (cantos, aclamaciones, oraciones improvisadas) a Jesús como Dios.

    Tácito (Cornelius Tacitus, 55 - 120 d.C.). Orador, historiador y político romano. Es autor de: Dialogus de oratoribus , De vita Iulii Agricolae , De origine et situ Germanorum , Historiae , Annales (2). Entre Annales e Historiae hacen 32 libros, que recorren la vida de los emperadores, desde Augusto a Domiciano.

    El pasaje que menciona a Cristo y a los cristianos está en el libro 15 de Annales y cuenta la infamia de Nerón al culparlos por el incendio de Roma:

    "Ni con los remedios humanos ni con las larguezas del príncipe o con los cultos expiatorios perdía fuerza la creencia infamante de que el incendio había sido ordenado. Por tanto, para acallar el rumor, Nerón creó chivos expiatorios y sometió a las torturas más refinadas a aquellos que el vulgo llama ‘cristianos’, [un grupo] odiado por sus abominables crímenes. Su nombre proviene de Cristo, quien, bajo el reinado de Tiberio, fue ejecutado por el procurador Poncio Pilato. Sofocada momentáneamente la nociva superstición se extendió de nuevo no sólo en Judea, la tierra que originó este mal, sino también en la ciudad de Roma, donde convergen y se cultivan fervientemente prácticas horrendas y vergonzosas de todas clases y de todas partes del mundo”.

    (Anales 15.44) (http://www.thelatinlibrary.com/tac.html)


    Plinio el Joven (Caius Plinius Caecilius Secundus, 62-113 d.C.). Abogado y escritor romano. Sobrino de uno de los mayores naturalistas de la antigüedad, Plinio El Viejo. Llevó una vida al servicio del imperio, accediendo a muchos cargos de importancia en la administración pública. Se supone que murió en la región de Bitinia mientras ejercía como embajador. Entre otros muchos datos de importancia, Plinio describe la erupción del Vesubio en 79 d.C. en carta que dirige a Tácito.

    En una de sus cartas (= epistulae), explica al emperador Trajano la manera cómo juzga y persigue a los cristianos, incluyendo las abjuraciones ("Si el arrepentimiento permite un perdón" y "Todos adoraron tu estatua y las imágenes de los dioses, y maldijeron a Cristo), y las delaciones ("Una pancarta fue colocada, sin ninguna firma, acusando a un gran número de personas"). Trajano le responderá que el procedimiento es correcto, pero que no acepte denuncias anónimas. Dice Plinio:

    "Es una regla, Señor, la cual observo inviolablemente, el dirigirme a usted con todas mis dudas; porque, ¿quién es más capaz de guiar mis incertidumbres o educar mi ignorancia? No habiendo jamás estado presente en ningún juicio de los cristianos, no me encuentro familiarizado con el método y límites a ser observados, ya sea al examinarlos o al castigarlos. Si alguna diferencia ha de permitirse entre el más joven y el adulto; si el arrepentimiento permite un perdón, o si no le sirve de nada retractarse a un hombre que ha sido cristiano alguna vez; si la simple profesión del cristianismo, aunque sin crímenes, o sólo los crímenes asociados con el son penados -- en todos estos puntos tengo muchísimas dudas.

    Mientras tanto, el método que he observado con aquellos que han sido denunciados ante mí como cristianos es éste: Les he preguntado si son cristianos; si lo confiesan, repito la pregunta dos veces más, añadiendo la amenaza del castigo capital; si todavía persisten, ordeno que los ejecuten. Porque cualquiera que sea la naturaleza de su credo, al menos no tengo ninguna duda de que la rebeldía y la terquedad inflexible merecen castigo. Había otros procesados también por el mismo encaprichamiento, pero, siendo ciudadanos romanos, ordené que los llevaran allá.

    Estas acusaciones se extienden (como usualmente es el caso) más allá de la investigación del simple hecho en cuestión, y surgen a la luz diferentes tipos de delitos. Una pancarta fue colocada, sin ninguna firma, acusando a un gran número de personas por sus nombres. Aquellos que negaron que eran, o que alguna vez hayan sido cristianos; que repitieron después de mí una invocación a los dioses, y ofrecieron adoración con vino e incienso a tu imagen, la cual había ordenado que trajeran con este propósito, junto con aquellas de los dioses; y quienes finalmente maldijeron a Cristo -- ninguno de estos actos pareciendo actuación -- a estos pensé que era apropiado dejar en libertad. Otros que fueron nombrados por ese informante, al principio se confesaron cristianos y luego lo negaron; en verdad habían pertenecido a esa creencia pero la habían dejado, algunos hacía tres años, otros hacía muchos años, y unos pocos hacía hasta veinticinco años. Todos adoraron tu estatua y las imágenes de los dioses, y maldijeron a Cristo.

    Afirmaron, sin embargo, que toda su culpa, o su error, era que tenían el hábito de reunirse en un día determinado antes de que amaneciera, cuando cantaban un himno a Cristo en versos alternados, como a un dios, y se comprometieron con solemne juramento, a ningún acto malvado, sino a jamás cometer ningún fraude, robo, o adulterio, a nunca falsear sus palabras, ni traicionar una confidencia cuando les fuese requerido el hacerlo; después de lo cual era su costumbre el separase, y luego juntarse de nuevo para comer -- pero comida de tipo ordinario e inocente. Hasta esta práctica, sin embargo, habían abandonado después de la publicación de mi edicto, por medio del cual, de acuerdo a vuestras órdenes, prohibí las reuniones políticas. Juzgué mucho más necesario el extraer toda la verdad de dos mujeres esclavas, con la ayuda de torturas, quienes fueron proclamadas diaconisas. Pero no pude descubrir nada más que superstición excesiva y depravada.

    Por lo tanto, suspendí los procedimientos, y me remití de inmediato a vuestro consejo. Porque el asunto me parece bastante digno de ser referido a usted, especialmente considerando los números afectados. Personas de todas las categorías y edades, y de ambos sexos están, y estarán, involucrados en el proceso. Porque esta superstición contagiosa no está confinada solamente a las ciudades, sino que se ha extendido a las aldeas y distritos rurales; sin embargo, parece posible controlarla y curarla".

    (Epistolarum ad Traianum Imperatorem cum eiusdem responsis liber X, 96)

    Un extracto de la carta décima es interesante: describe el tipo de ceremonia que realizaban los cristianos: centrada en Cristo "como Dios":

    "Tenían el hábito de reunirse en un día determinado antes de que amaneciera, cuando cantaban un himno a Cristo en versos alternados, como a un dios..."  (liber X,96)


    Flavio Josefo ( Yosef bar Mattityahu o Yossef ben Matityahou, hebreo: וסף בן מתתי.) . Nacido en 37 y muerto en Roma en 101 d.C. De origen judío, fue militar durante la revuelta de su país; capturado y descubierto por Vespasiano, se dedico posteriormente- ya en Roma -al trabajo en literatura e historia. Son suyas: La guerra de los judíos, Antigüedades judías, Contra Apión y una Autobiografía. Escribe Flavio Josefo:

    “Así pues, habiendo pensado esta clase de persona [o sea, un cruel saduceo], Anano, que disponía de una ocasión favorable porque Festo había muerto y Albino estaba aún de camino, convocó una reunión [literalmente: sanedrín] de jueces y llevó ante él al hermano de Jesús, que es llamado Mesías, de nombre Santiago, y a algunos otros. Los acusó de haber transgredido la Ley y los entregó para que fuesen apedreados.”  (Ant. 20.9.1)

    La segunda mención es más extensa; sin embargo, los estudios han demostrado que tiene interpolaciones puestas por cristianos en un intento apologético (aparecen en rojo):

    “En aquel tiempo apareció Jesús, un hombre sabio, si verdaderamente se le puede llamar hombre. Porque fue autor de hechos asombrosos, maestro de gente que recibe con gusto la verdad. Y atrajo a muchos judíos y a muchos de origen griego. [Él era el Mesías.] Y cuando Pilato, a causa de una acusación hecha por los hombres principales entre nosotros, lo condenó a la cruz, los que antes lo habían amado no dejaron de hacerlo. [Porque él se les apareció al tercer día, vivo otra vez, tal como los divinos profetas habían hablado de estas y otras innumerables cosas maravillosas acerca de él.] Y hasta este mismo día la tribu de los cristianos, llamados así a causa de él, no ha desaparecido”.  (Ant. 18.3.3)


    Suetonio (Gaius Suetonius Tranquillus; 70-140 d.C.). Historiador y biógrafo. De las muchas obras que se le atribuyen, sólo han llegado a nosotros dos: La vida de los doce césares (De vitas caesarum) y De grammaticis et rhetoribus.

    En el libro sobre Claudio, cuenta la expulsión de los judíos de Roma, en 49 d.C., motivada por las continuas riñas que surgían entre los judíos ortodoxos y los judeocristianos. A estos últimos los considera impulsados por un tal "Chrestus", probablemente mala escritura de Christus. También habla, en el libro 16, de la persecución neroniana:

    "A los judíos, instigados por Chrestus, los expulsó de Roma por sus hábitos escandalosos"
    (De Vita Caesarum. Divus Claudius, 25,4) (3)

    "Penó severamente a los disidentes, y aplicó crecientemente leyes coercitivas [...]
    [Nerón] infligió suplicios a los cristianos, un género de hombres de una superstición nueva y maligna".  (De Vita Caesarum. Nero, 16)

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    (1) Los seguidores de Jesús eran llamados Los Nazarenos. Ellos se autodenominaban El Camino. Será en Antioquía de Siria, hacia el quinto decenio de nuestra era, donde se empezará a llamarlos "cristianos" (χριστιανός)

    (2) "Annalium ab excesu divi Augusti libri = "Libros de anales desde la muerte del divino Augusto".

    (3) "Judaeos, impulsore Chresto, assidue tumultuantes (Claudius) Roma expulit"

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